Paisajismo

¿Qué son los cercos vivos?

A la hora de delimitar un lote, crear una barrera protectora o enriquecer la vista de un parque, los cercos vivos ofrecen muchas alternativas para cubrir estas necesidades

Verónica Salamanco
31 de Marzo de 2014

Los cercos vivos son una buena opción para separar diferentes sectores de un jardín, delimitar con un lote vecino, o crear una barrera protectora o visual. Formados por una hilera de plantas rústicas y de crecimiento constante, los cercos vivos tienen muchas ventajas respecto de una pared sólida: se integran al paisaje, son reguladores bioclimáticos, atenúan los sonidos y el polvo, y dan un aporte estético colaborando con flores, hojas y frutos de diversas tonalidades.

Hay varias razones para colocar un cerco vivo y la decisión de la especie dependerá en gran parte del lugar donde se lo coloque. Si el cerco se utilizará para delimitar un lote vecino, lo ideal es conversar con el otro propietario para consensuar el tipo de cerco.

Los cercos pueden estar formados por una sola especie o ser mixtos, combinando dos o más tipos de plantas con diferentes características. Por ejemplo, si una tiene frutos o es caduca, la otra contribuye a cubrir la zona en los meses de invierno. Su altura puede variar. Por lo general, si tiene fines estéticos, el cerco vivo será bajo mientras que si tiene un fin protector o divisor será más alto.

Hay especies arbustivas tradicionales que tienen follaje persistente y compacto como la Ligustrina, Cotoneaster, Crataegus, Cupressus y Juniperus. Otra opción son las plantas aromáticas como la Lavanda, el Romero, la Ruda, Manzanilla, Ajenjo, entre otros. Además de tener un aroma agradable son plantas muy resistentes para un cerco vivo. La caña de bambú es una especie recomendada para cercos perimetrales o como barrera protectora porque forma un cerco compacto y prácticamente impenetrable. Hay algunas especies que no se recomiendan si están cerca del lugar donde frecuentamos porque atraen insectos, como los cipreses lambertiana y arizónicas. Hay quienes optan por colocar una especie y luego dejar que el cerco se pueble de plantas que crecen libremente a su alrededor.

Es importante planificar y diseñar este sector del parque para que cumpla su función y cubra las expectativas. En primer lugar, definir el lugar y considerar el tipo de suelo, la exposición al sol, los vientos predominantes y la disponibilidad de agua. Luego se debe verificar que la especie elegida se adapte bien a la zona, y que los labores de mantenimiento estén a nuestro alcance. Se aconseja consultar con un vivero de la zona acerca del tamaño de las plantas a colocar y la distancia recomendada. Una buena medida es presentar los plantines en hilera antes de hacer los pozos para proyectar cómo sería su vista desde diferentes ángulos del terreno.

Mantenimiento de los cercos

Las labores de poda son fundamentales para mantener los cercos vivos sanos y dentro de la forma deseada, y se pueden dividir en varias etapas. Las podas de formación se hacen en los primeros dos o tres años de instalados los arbustos: cortando las yemas principales se consiguen cercos más tupidos. Luego están las podas de sanidad que se hacen cada vez que se necesiten: se sacan las ramas secas, las enfermas y los chupones. Las podas para mantener la forma se realizan según la especie respetando la naturaleza del arbusto. Los arbustos que se desarrollan más rápido deben podarse más a menudo para que no dejen huecos por crecimientos irregulares. Si pasó mucho tiempo después de la última poda y el cerco creció demasiado, no se debe hacer una poda drástica, sino que se debe hacer por etapas.

Se recomienda realizar las podas entre tres y cuatro veces por temporada, y puede hacerse en forma recta, para mantener la rigidez del cerco vivo, o en forma de pirámide truncada para que el sol llegue a la base de las plantas. 

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