Editorial

 Nunca juegues con las expectativas del inversor

Mucho peor que la realidad misma es la percepción de quien está en condiciones de arriesgar su patrimonio para generar riqueza. Es justamente lo que no está funcionando, más allá de los serios problemas de la economía. El motor se apaga inexorablemente.

Claudio Gianni
7 de Octubre de 2022

Mucho peor que la realidad misma es la percepción de quien está en condiciones de arriesgar su patrimonio para generar riqueza. Es justamente lo que no está funcionando, más allá de los serios problemas de la economía. El motor se apaga inexorablemente.

Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe. La gente se cansa, incluso si tiene un espíritu metedor como el del productor agropecuario, acostumbrado a ponerle el pecho a las balas. Ni que pensar cómo pueden estar asimilando este momento otros sectores de la actividad económica, con un grado de avance tecnológico inferior y menos habituados a bailar con la más fea.

Desde luego que fenómenos como la altísima inflación, la ausencia de un plan económico, el gran gasto público y la emisión sin límites erosionan la voluntad de quien debe meter la mano en el bolsillo y poner en juego una parte importante de su patrimonio. Pero hay un daño infinitamente mayor y radica en la falta de expectativas. ¿Qué parte no se entiende? Los gobiernos deberían manejar seriamente las finanzas de un país, pero además es clave mantener encendida la llama del entusiasmo por lo que vendrá. Cuando esta se apaga se hace de noche, en todos los sentidos.

Probablemente estemos frente a una de las instancias menos previsibles de los últimos años; hay que ser muy audaz para animarse a apostar por un escenario definido más allá de las 48 horas. No hay nada que seduzca especialmente, ni siquiera un poco. De ahí que no sorprende que la última edición del Ag Barometer Austral indicara que el 66% de los productores piensa que no es momento para realizar inversiones en activos fijos, lo que implica un importante deterioro de los sentimientos manifestados por ellos en marzo pasado, cuando tuvieron lugar inversiones significativas en maquinarias y equipos. Es más, un 71 % de los productores encuestados manifestó que no piensa invertir en los próximos 12 meses.

Por supuesto que influye la gran preocupación generada a partir de las condiciones climáticas climáticas imperantes. Muchos consideran que los daños en el trigo son irreparables, y piensan que no podrán completar la siembra de maíz. La previsión de caída en el área destinada al cultivo y su producción total puede ser mayor aún si las lluvias no aparecen pronto.

Pero los productores también hablan de situaciones complejas desde otro punto de vista. Hacen referencia a la incertidumbre política y económica, a la ausencia de financiamiento razonable y la exigencia de altas tasas de interés, a la inexistencia de proyectos atractivos. En suma, expectativas dañadas, y cuando eso pasa la riqueza no fluye.

A contramano del mundo fantasioso de algún funcionario, la implementación del llamado dólar soja es vista por los agroempresarios como "apenas un parche" y no como una medida estructural tendiente a corregir el tipo de cambio atrasado que afecta gravemente la competitividad del sector. En buen romance, no mejora las expectativas; se aprovechó y punto.

El trabajo antes citado dio por tierra con otros mitos. La gran mayoría de los productores no piensa incrementar significativamente el área de soja sembrada a expensas de la superficie de maíz, debido a la seca. Muchos manejan una rotación aceitada que por ahora no piensan abandonar.

Expectativas. Aquí y allá el factor más importante. Por suerte el mediano plazo muestra otra cara, ya que la percepción mejora traccionada por un posible cambio de gobierno. No tiene que ver con un determinado color partidario sino con la esperanza de un cambio radical de las políticas puestas en juego, para el sector y todo el resto de la economía.

Expectativas. Es muy importante que quien conduzca los destinos del país tenga especialmente en cuenta este factor que conforma el combustible de una sociedad. De lo contrario el motor de la economía se apagara temprana e inexorablemente.

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