Editorial

La carne y una nueva puesta en escena

El maquillaje le tocó ahora al emblemático producto. La medida tendría efectos limitados, generaría una mayor burocracia que termina costando cara, y difícilmente enmascare un poder adquisitivo ya muy deteriorado.

Claudio Gianni
24 de Febrero de 2023

El maquillaje le tocó ahora al emblemático producto. La medida tendría efectos limitados, generaría una mayor burocracia que termina costando cara, y difícilmente enmascare un poder adquisitivo ya muy deteriorado.

Apenas la carne sacó la cabeza del agua las reacciones se hacen visibles. Es un fenómeno notable, porque el resto de los productos que rodean la vida de los argentinos subió varias veces más y no se los crucifica individualmente.

La obsesión por el valor de la carne vacuna no pasa por las preferencias del consumidor local, que hoy por hoy están bastante compartidas con el pollo, sino por el impacto que tiene en nostálgicos del pasado: sea como fuere tiene que ser barata y para todos. Es un noble enunciado, el problema es que generarla tiene un costo y necesariamente hay que sufragarlo. La hacienda está sujeta a un mercado de oferta y demanda, y todos los intentos por desconocer esta realidad han caído en saco roto, desde luego.

Lo cierto es que el índice de precios al consumidor tuvo un repunte en enero y eso daña las chances de cualquier candidato del frente oficialista, incluido el ministro de Economía. De ahí las urgencias del presente, que no hacen sino potenciar la política de parches que se viene aplicando desde hace meses.

Exponer a la carne vacuna como el motor de la inflación, la responsable de todos los males, cada vez convence menos. La inflación es un fenómeno ligado a la emisión, a un aumento acelerado de la circulación de dinero por sobre la producción de bienes. Potenciada por la falta de confianza en las autoridades, claro. Estos dos males se combaten ajustando el gasto, dando señales contundentes de que viene un autentico fin de fiesta y lo que sigue es el comienzo de una austeridad a toda prueba.

El llamado Programa Integral de Impulso a la Producción y Consumo de Carne impresiona por su ampulosa denominación, pero como ha ocurrido otras veces sus efectos probablemente serán insuficientes y de corta vida. La producción de carne vacuna necesita más que nada que el Fisco afloje con los impuestos, que termine con una paridad cambiaria ficticia, que libere su mercado. Y la población precisa acceder a un sueldo digno que le permita pagar toda la carne que desee consumir sin necesidad de las muletas del Estado, que a la postre es gasto que la propia gente terminará erogando por otro lado.

Otra vez es paradójico que con semejantes condiciones se vuelva a hablar de "subsidios para los productores por hasta el 40% del alimento necesario para la terminación de los animales en feedlot". Si bien no hay mayores detalles sobre el tema una vez más sería, de concretarse, la devolución de una parte de lo que se le quita al hombre de campo, y no otra cosa.

Por lo demás, medidas como la propuesta en un intento por contener los precios de la carne muy probablemente encontrarán límites tempranamente, sobre todo ante la informalidad de buena parte de las bocas minoristas de venta de carne vacuna, con dificultades para contar con una terminal de pagos o por medio de códigos QR. Se calcula que alrededor del 80% de las carnicerías estarían fuera de este juego.

Desde luego que hay aspectos cuestionables en la postura de estos minoristas, pero entre las muchas cosas que necesita la Argentina está lograr un sistema tributario razonable, simplificado y efectivo. El país -Estado nacional, estados provinciales y municipios- aplica 165 impuestos, tasas y contribuciones, que requieren todo un equipo administrativo para atender sus exigencias. En épocas de vacas muy flacas como esta, las dificultades se potencian y se huye de estos compromisos en aras de sobrevivir a como dé lugar. A eso hay que agregar que la cadena no es un dechado de afecto y camaradería. Frigoríficos, matarifes y carniceros se apuntan unos a otros a la hora de elegir a quien debe cargar con el mayor peso de los cambios que se necesitan.

Si bien hay que esperar a ver cómo se acomodan los tantos tras el largo feriado de Carnaval, el gordo parece dispuesto a seguir subiendo. Ayer, hoy y siempre el propio mercado se encarga de desarmar cualquier corset que intente estructurarse en torno de los productos negociados. Es difícil pensar que lo que fracasó en otras oportunidades sirva para generar mucho más que la mera sensación entre la militancia y algunos votantes distraídos de que "algo se está haciendo con la carne".

Con la carne no hay que hacer nada. Es la economía del país la que hay que resetear y enfrentar la realidad de una vez por todas. De lo contrario seguiremos yendo de golpe de efecto en golpe de efecto, cada vez más complicados.

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