EL ÉXITO NO ES ETERNO

Cambió el ambiente

El clima, los anegamientos en distintas zonas productivas y el ascenso de las napas desafían a la Siembra Directa, Dos especialistas del INTA reivindican el sistema pero advierten que exige adaptaciones de manejo en el lote y en el sistema de cuencas.

2 de Octubre de 2017

La Siembra Directa tiene que adecuarse a los nuevos tiempos... Al conservar agua en el suelo, y en relación a otras circunstancias, puede agravar algunas situaciones de excesos de agua, con efectos desfavorables para la producción...

Estos criterios, sin duda provocadores frente a un sistema que ha deparado muchas soluciones positivas a los agricultores argentinos desde hace ya varias décadas, son expresados ahora ya no por "cuestionadores urbanos" que se posicionan del otro lado de la grieta cultural... Lo dicen también técnicos respetados que advierten sobre la necesidad de adaptaciones en función de lo que viene sucediendo en los últimos años.

Las precipitaciones en la región aumentaron hasta un 20 % y duplicaron su intensidad: pasaron de valores medios de 120 milímetros en 24 horas a 250. Llueve más y las tormentas son más intensas.

Entonces, ¿sirven las mismas recetas que se desarrollaron en los '70 y '80 para agriculturizar campos con déficit hídricos y potenciar los rindes -y bajar los costos- en otros con mayores niveles de humedad?

El contexto es otro, no hay dudas. El asunto es que siempre, en muchos órdenes de la vida, cuesta poner en discusión los tratamientos que han resultado efectivos. Pero la evolución exige adaptaciones, que cuando no se hacen oportunamente luego se pagan más caros.

Pues bien, parece haber llegado el tiempo de aggiornar algunos aspectos de la indudablemente exitosa Siembra Directa, por lo menos mientras sigamos en este ciclo húmedo. Cambió el ambiente, como dice el título de tapa de esta edición... Se trata de tomarlo en cuenta.

"La Siembra Directa es una práctica excelente, que ha mejorado los rendimientos agrícolas asociado a los OGM y a otras buenas prácticas agronómicas, pero no es estática", define Pablo Mercuri, director del Centro de Investigación de Recursos Naturales (CIRN) del INTA. Y pone en consideración que "en muchas áreas, se alteró la dinámica de napas y eso generó complicaciones para la siembra y la cosecha". Mercuri amplía incluso la idea y fundamenta que "cualquier práctica agrícola está sujeta a las rachas climáticas. Y las que tienden a conservar el agua deben adaptarse a este contexto húmedo".

Los ingenieros Miguel Taboada (Suelos) y Pablo Mercuri (Clima y Agua), especialistas de INTA Castelar, 

"No es lo mismo que caiga agua sobre un suelo saturado a que lo haga en uno con buena capacidad de infiltración gracias a las rotaciones de cultivos", aporta Miguel Taboada, director del Instituto de Suelos del INTA. Y no esquiva las afirmaciones que puedan ser interpretadas como críticas de los manejos agronómicos habituales, que algunos toman como sagrados. "Lo que hagamos con los suelos puede influir en la gravedad de la inundación. Debemos asumir que tras 25 años de implementación intensiva en la Argentina, la Siembra Directa ha dejado consecuencias muy buenas y otras no tanto", explica Taboada.

Entre lo positivo, el reconocido edafólogo destaca que "dejaron de usarse las labranzas que dejaban suelos descubiertos y quemaban materia orgánica, para pasar a preservarse mejor los niveles de carbono". Pero advierte que "aquello vino unido a una serie de prácticas desfavorables: el monocultivo de soja dejó de lado las pasturas, en las provincias del norte argentino se deforestó y ello derivó en daños tanto en la biodiversidad como en los aspectos biológicos del suelo que se deterioraron también. Hemos observado compactaciones asociadas, y en escenarios de fuertes lluvias afloran encharcamientos, anegamientos y hasta escorrentías en suelos con pendiente".

Asimismo, pone en consideración Taboada que "el hecho de que durante mucho tiempo un solo cultivo ocupe un lote propicia el ascenso de napas. La agricultura argentina es poco diversificada: en general sólo una parte del año tiene cobertura y el resto tiene largos períodos de barbecho. Entonces, sólo en la mitad del tiempo -y en los últimos años fue menos que eso, en muchas zonas sólo un tercio del período anual- se consume el agua del suelo; por lo cual se cargan los acuíferos y suben las napas; más allá de otros efectos indirectos como la salinización que provoca esto en algunos terrenos.

El contexto de emergencia impulsa el replanteo productivo enfocado en la conservación de los recursos naturales. La siembra directa es un sistema que tiende a la preservación del suelo. En este sentido, Taboada afirmó que "si se estuviera haciendo labranza tradicional usando discos como hace años, estas tormentas con grandes caídas de agua hubieran generado inundaciones más graves y con fuertes escorrentías cargadas de sedimentos". Y agregó: "Si bien, la siembra directa no soluciona el tema de las inundaciones -que tiene otras aristas-, sin duda contribuye a reducir la erosión".

Qué hacer

Para mitigar los efectos de los excesos hídricos, los especialistas del INTA recomiendan incrementar la cantidad de gramíneas en las rotaciones, utilizar cultivos de cobertura y trabajar el manejo de cuencas a nivel colectivo, con articulaciones público-privadas más eficaces.

Cuando se producen tormentas que descargan grandes volúmenes de agua en poco tiempo, no hay suelo que lo pueda absorber. Sin embargo, existen estrategias que ayudan a minimizar los efectos de los anegamientos. Los especialistas del INTA coinciden en que la clave está en incrementar la cantidad de gramíneas sembradas y el tiempo que permanecen en los campos: mantener los suelos cubiertos de verde durante todo el año.

"Hay que adecuar la Siembra Directa al contexto general y a cada situación particular", dice Mercuri y aboga por fomentar la evapotranspiración, la cantidad de agua del suelo que vuelve a la atmósfera como consecuencia de la evaporación y de la transpiración de las plantas.

En este sentido, la inclusión de cultivos de cobertura -gramíneas y leguminosas- es una alternativa para mejorar las propiedades físicas del suelo y mantenerlo ocupado durante todo el año.

Para lograr mayor sustentabilidad en los sistemas productivos pampeanos, los cultivos de invierno como trigo, cebada o centeno deben ser parte de los planteos agrícolas. De hecho, según los especialistas las gramíneas poseen un sistema de raíces en ‘cabellera y fibroso' que favorece la formación de agregados y poros biológicos. "Es lo que se conoce como efecto rizosférico", expresó Taboada. "Tanto la soja como el girasol tienen un sistema muy pobre de raíces y dejan pocos residuos en el suelo", comparó.

De acuerdo con el especialista, "es fundamental incrementar la cantidad de gramíneas tanto de invierno como de verano en las rotaciones". Y agregó: "El problema no es la siembra directa o la soja, sino la forma en la que estamos produciendo este cultivo, sin combinarlo con rotaciones o cultivos de cobertura".

De hecho, en los últimos años más del 70 % de los suelos de la región Pampeana son destinados a la siembra continua de soja, un cultivo que produce poca cantidad de rastrojos y raíces, de rápida descomposición. Sin embargo, Mercuri reflexionó y advirtió que "la proporción entre soja y otros cultivos de gramíneas de cosecha gruesa debería ser del 50 y 50, para mantener una adecuada fertilidad y estructura del suelo y no del 70 y hasta 90 % como se registró en regiones muy particulares".

Taboada se preguntó "¿Cuál fue el costo de perder los cultivos de invierno en la rotación en los perfiles del suelo?". Y evaluó que "fueron varios años en que el cultivo de trigo perdió presencia en las rotaciones agrícolas, dando resultado a esquemas de monocultivo y barbechos largos. Estos esquemas poco intensificados no sólo generaron deterioros de calidad de suelos, sino que también costos ambientales severos y ampliaron brechas de rendimiento de los cultivos que reemplazaron al trigo". Y remató la reflexión con foco en lo económico: "incluso analizado estrictamente desde el punto de vista del negocio, necesitamos del manejo agronómico".

Un problema de todos

La necesidad de tomar medidas a nivel de toda la cuenca, y no sólo como acciones individuales en cada campo o zona, es otro de los desafíos. Mercuri postula que "así como se avanzó muy bien a nivel intra lote, ahora debería venir una etapa de implementación de procesos generales, con adopción masiva como sucedió en las últimas décadas. En el marco de un trabajo coordinado, las preguntas clave en ese sentido que deberían hacerse los productores, serían: ¿En qué parte de la cuenca estoy y qué medidas debo tomar en función de ello?"

Taboada enfatiza que "esto no lo arregla un solo productor. Esto es como vivir en un departamento. Es un tema similar a los que se deben abordar en el consorcio de un edificio, porque el que está más arriba no puede tirar el agua al de abajo de cualquier manera...

Al respecto, explica que en las zonas altas de las cuencas muchas veces hay movimientos de tierras, como el deslizamiento de laderas o deforestación en sierras, que tiene efectos cuenca abajo". Y completó: "Si además de eso, sucede que no se consume suficiente agua en las llanuras - lo cual ha acercado las napas a la superficie desde los 7/8 metros promedio de décadas atrás a los 2 metros que se registran en la actualidad- sumado al período Niño, y ciertas canalizaciones indebidas, no debería sorprendernos que incluso haya aparecido un nuevo río..."; en referencia al que nace en la llanura de la cumbre del Cerro El Morro hasta el Río V, extendiéndose por una amplia zona de la provincia de San Luis. Se trata de una red de varios cauces, que disparó su crecimiento acelerado en los años ochenta. Hoy la cuenca terminó de conectarse y presenta un recorrido fluvial continuo de aguas saladas.

A la hora de buscar soluciones, Taboada remarca la necesidad de trabajar a nivel de cuencas hidrológicas, con el objetivo de bajar las napas. Para lograrlo es pertinente retener algo más de agua en las partes altas de las cuencas, evitar la deforestación y consumir más humedad, por ejemplo con gramíneas y pasturas perennes, como la alfalfa, que ofrece mayor captación de agua por sus 3 ó 4 metros de raíces.

Consideró "necesario aplicar un enfoque por cuencas para amortiguar el rápido escurrimiento de agua hacia los cauces", advirtió. "Esto puede lograrse aplicando tecnologías de modelización hidrológica y mediante políticas de ordenamiento territorial", explicó.

Mercuri advierte que "la vegetación actúa sobre la naturaleza y los suelos desnudos no son recomendables. A nivel regional se registraron cambios en el ciclo de radiación". En relación a ello refleja dos estudios interesantes. Por un lado cita, una evaluación del INTA Marcos Juárez, que concluyó que los canales dispuestos al borde de los lotes tiene un impacto muy local. Por otro lado, refiere a un trabajo de la Universidad de California, que asocia a la deforestación con las causas del cambio climático.

Y por último pone en consideración que, además de las obras de infraestructura pendientes y la necesidad de mejorar la implementación de buenas prácticas agrícolas, es necesario trabajar más en la gestión del agua". 

(Más información revista Chacra impresa de Septiembre 2017)

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