Con el frío suficiente para contener las enfermedades pero sin los daños en hojas
Las altas temperaturas del 2017 ocasionaron grandes problemas para el cultivo: el calor y la humedad de agosto hicieron explotar un inédito ataque de roya amarilla. Pero aparte, el calor forzó a los lotes a entrar en encañazón mucho antes de tiempo, por el acortamiento de etapas que producían las altas temperaturas.
Con un macollaje acotado hubo menos espigas por plantas. Y sin embargo, fue un año exitoso, ya que se alcanzó un rinde promedio de 43 qq/ha. El calor pone un techo, pero las heladas junto a la falta de agua aún más, el año pasado el promedio del trigo fue de solo 33 quintales.
En este año, las temperaturas invernales están bien instaladas y siguen manteniendo a raya las enfermedades. Pero no hubo eventos extremos como los de hace un año, que diezmaron las hojas.
Un invierno más moderado y con mejores reservas de agua quita del horizonte las amenazas que han limitado al cultivo en los últimos dos años. Por eso, este es otro factor fundamental que se alinea para que el trigo alcance 7 millones de toneladas en la región núcleo.