Editorial

¿Dónde está el socio cuando los quebrantos se multiplican?

Se confirma que faltará mucho trigo esta campaña. Más de un productor perderá la totalidad de la inversión. El Estado implacable a la hora de llevarse ingresos ajenos, probablemente va a mirar hacia otro lado.

Claudio Gianni
21 de Octubre de 2022

Se confirma que faltará mucho trigo esta campaña. Más de un productor perderá la totalidad de la inversión. El Estado implacable a la hora de llevarse ingresos ajenos, probablemente va a mirar hacia otro lado.

Está claro que pueden dársele muchas vueltas al tema, interponer tontos prejuicios ideológicos o cálculos económicos rebuscados, pero los dólares que el país necesita vienen básicamente del campo. Hoy por hoy el agro es el tubo de oxigeno que contra su voluntad mantiene con vida un sistema de gobierno con muchos vicios y errores, que lejos de agradecerle la colaboración prestada se ha dedicado más que nada a ponerle palos en la rueda, al menos desde el ala más radicalizada del gobierno.

Es difícil saber si la Administración ya ha percibido en toda su magnitud lo que implica la pérdida de producción agropecuaria en términos de ingresos de divisas, pero algunas actitudes indican que ya está en tema, aunque los mecanismos implementados sean los menos aconsejables, sobre todo el nuevo cepo a las importaciones. Cada vez se cierra más el anillo, que se torna asfixiante a la hora de conseguir ciertos insumos para producir.

Mientras tanto, buena parte de la soja disponible se ha liquidado, la siembra de maíz temprano viene muy demorada y La Niña se ha encargado de despedazar al trigo y a la cebada. En criollo implica que, salvo alguna otra movida excepcional, no debería haber ingresos importantes por parte de la "fabrica de dólares" hasta después del primer trimestre del año que viene. Y eso siempre y cuando las lluvias que se están registrando esta semana animen a una masiva implantación de soja, que en más de un caso estaba en duda.

Por lo demás se empieza a confirmar lo que estaba en las páginas de medios especializados internacionales y que comentáramos hace algo más de una semana: "La Argentina no tendrá más de 15 millones de toneladas de trigo". El tema interesa especialmente a rusos y norteamericanos, ya que Brasil es una joya como comprador del cereal que nuestro país mantiene cautiva, siempre que pueda ofrecerle el trigo que necesita. De hecho los precios del cereal se afirmaron un poco más en Kansas y Chicago el jueves después de que la Bolsa de Comercio de Rosario reconociera ese volumen como nuevo ajuste para la producción esperada en el país.

Al respecto hay que decir dos cosas: una pequeña compulsa entre productores de distintas zonas hace sospechar que el número real puede ser más reducido todavía. En segundo lugar, es cada vez más probable que el trigo no alcance para atender la exportación (cerca de 9 millones de toneladas comprometidas en DJVE, que además ya anticiparon el pago de retenciones) y el consumo interno (alrededor de 8 millones de toneladas), por más stock inicial que quiera considerarse. Difícil saber qué hará el gobierno, pero no habría que descartar ninguna opción por más poco razonable que parezca.

Mientras tanto, el respiro generado por el dólar soja puede tener vida efímera. De hecho la mejora neta en las reservas del Central no va mucho allá de los 3.000 millones de dólares.

Diversos reportes dan cuenta de que las ventas de soja se desplomaron en la primera parte de octubre, alcanzando el nivel más bajo desde fines de agosto. Cerca del 75% de la última cosecha estaría liquidado. ¿Habrá otro dólar soja en camino? ¿Y el trigo? En el mejor de los casos va a aportar, como mínimo, 3.000 millones de dólares menos que la campaña pasada. Será la peor temporada de los últimos 12 años, por lejos.

En el medio hay que usar parte del dinero que dejó la movida del dólar soja para atender necesidades sociales solicitadas por quien detenta el poder en la coalición gobernante.

Más allá de las urgencias del gobierno quedan las pérdidas de muchos productores, especialmente en la zona núcleo, que van desde los u$s 300 a los u$s 800/ha en campo alquilado y de acuerdo se lleven un rinde miserable o directamente no alcancen a rescatar nada.

Son los mismos que prenden velas y rezan para que las lluvias de estos días se multipliquen y permitan reunir la suficiente agua útil para sembrar con un mínimo de tranquilidad la soja o el maíz tardío, si es que aún tienen resto económico para hacerlo. Si les va mínimamente bien, el Estado volverá sobre ellos a reclamar su parte, sin importarle cuanto hayan perdido antes. De ahí la perversidad del sistema.

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