En diálogo con Revista Chacra, en el marco del Brindis de Fin de Año de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires y otras entidades, Alfredo Paseyro, director ejecutivo de la Asociación Semilleros Argentinos (ASA), recordó que la Argentina ya integra la Unión Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales, aunque bajo un acta anterior y más flexible. 

En este sentido declaró que: "Cuando el gobierno propuso en la ley bases, la adhesión al acto del UPOV-91, desde la industria fuimos claros y dijimos es un salto cualitativo y, de hecho, dentro del Consejo de Agroindustrial se trabajó y fueron más de treinta y cinco firmas buscando ese apoyo al legislador. Esto vuelve ahora de la mano del acuerdo con Estados Unidos". Y agregó que: "Requiere indefectiblemente la adecuación de la normativa nacional". 

A su vez, el directivo enfatizó que una actualización normativa no puede plantearse como un cambio brusco. La ley 20.247 rige desde la década de 1970 y convive con un ecosistema productivo y tecnológico que cambió por completo. Y agregó al respecto: "El productor es nuestro cliente, es el que nos requiere que sigamos invirtiendo e innovando, y ahí estamos, con grandes expectativas." Sin embargo, agregó que cualquier reforma debe considerar las cargas impositivas, los costos internos y las condiciones de competitividad que enfrenta la agricultura argentina frente a sus competidores internacionales. 

En ese sentido, sostuvo que: "Esto va a ser positivo, va a tener una adecuación y un gradualismo, porque también la competitividad del productor, de la mano de los derechos, de exportación y demás, nos hace distintos al resto del mundo". Este gradualismo es clave para garantizar que la transición hacia un nuevo esquema de propiedad intelectual no genere tensiones en la base productiva. 

Para ASA, el equilibrio ideal debe combinar incentivos a la investigación con mecanismos accesibles para que el productor pueda seguir adoptando tecnologías sin comprometer su rentabilidad. Ya que este debate ocurre en un momento en que la industria semillera avanza aceleradamente en nuevas herramientas tecnológicas como trazabilidad digital, marcadores moleculares, inteligencia artificial aplicada a calidad y clasificación, y monitoreo de variedades tanto en semilla como en grano. 

Según Paseyro, la regulación debe ser capaz de acompañar esa evolución sin frenarla, y permitir que el país mantenga estándares de competitividad acordes al escenario global. En palabras del Director Ejecutivo: "La normativa va a ser un marco, pero cada uno de los negocios, las particularidades que tiene cada una de la producción. Son realidades productivas totalmente diferentes, y contar con estas herramientas es muy bueno también". 

En medio del cierre anual que ASA compartió la semana pasada con funcionarios nacionales, organismos técnicos y representantes internacionales los principales avances normativos que fortalecen a la industria, y delineó los desafíos que se proyectan para 2026. Entre ellos, la modernización regulatoria, la adopción de nuevas tecnologías y el fortalecimiento de Siembra Evolución como herramienta para capturar valor y promover inversiones. 

El director ejecutivo de ASA se mostró optimista sobre la posibilidad de que el país converja hacia un sistema más transparente, moderno y atractivo para la inversión, siempre que el proceso tenga una mirada integral y plazos razonables. El objetivo es construir una ley de semillas a la altura de la tecnología disponible y de los desafíos productivos que tendrá la Argentina en los próximos años.