Mujeres del agro: crece el empleo pero con más desigualdades
En la agroindustria ya hay 1,2 millones de mujeres y su participación crece año a año. Pero otros datos revelan brechas profundas en tierra que siguen dejando a mujeres fuera del desarrollo
De acuerdo con el Informe Mujeres en la Agroindustria 2025 de FADA, más de 1,2 millones de mujeres trabajan hoy en el sector, lo que representa el 27,8% del total del empleo agroindustrial. En los últimos cinco años, ingresaron al mercado laboral casi 228 mil mujeres, consolidando la tendencia alcista.
El dinamismo se concentra, principalmente, en los eslabones urbanos de la cadena. Ya que la participación femenina asciende al 41% en comercio, 43% en servicios y 32% en industria, mientras que en el eslabón primario continúa por debajo del 15%. La mayor presencia se explica por empleos administrativos, comerciales, contables, de servicios técnicos y atención al cliente, entre otros.
Consultada sobre estas brechas, Patricia Gorza, presidenta de Mujeres de la Ruralidad Argentina, advierte que: "Es una noticia fantástica que haya más trabajo dentro de lo que se engloba como lo agroindustrial, ahora la realidad es que cuando los desglosás en el sector primario hay una baja". Y agrega: "Son las desigualdades estructurales que hacen que ese índice baje, porque el índice de que haya menos mujeres en el sector primario y más en el comercio, te está mostrando algo que está pasando, que es el éxodo hacia lo urbano".
En este sentido, la realidad cambia cuando se pone el foco en el territorio rural. De acuerdo al Informe Sectorial y de Posicionamiento de la Ruralidad Argentina elaborado por la Asociación Civil Mujeres de la Ruralidad Argentina (MRA), solo el 20% de la tierra rural del país está registrada a nombre de mujeres. Esta limitación repercute en el acceso a créditos, la participación productiva y las posibilidades de desarrollar proyectos propios, ya que la titularidad es un requisito clave para solicitar financiamiento.
Gorza agrega: "Que haya más mujeres trabajando en el comercio que le vende al sector rural, no significa que haya más mujeres rurales con oportunidades". Y sostiene: "Pasa que en la ruralidad cuando se habla, sobre todo de las mujeres, se pone a todos en la misma bolsa, pero se mira el centro del país, y se habla de la agroindustria".
Desigualdades estructurales que persisten en el territorio
Esta desigualdad también la respalda el Dossier Estadístico Mujeres Agropecuarias Argentinas llevado a cabo por el INDEC. Allí se establece que la mayoría de las explotaciones encabezadas por mujeres corresponden a unidades pequeñas de menos de 5 hectáreas, las cuales a su vez cuentan con menor escala, tecnología y margen económico. Las productoras, además, tienen menor acceso a capacitación técnica, maquinaria y conectividad digital.
El informe de MRA también revela que la brecha de ingresos sigue siendo marcada: a nivel nacional, las mujeres ganan en promedio un 28% menos que los varones. En profesiones clave para el agro como agronomía, alimentos y ciencias ambientales, la diferencia salarial alcanza entre el 27% y el 47%, dependiendo de la región y la actividad.
La carga de cuidados es otro obstáculo estructural. En zonas rurales, los servicios públicos como jardines, transporte, centros de salud, espacios para personas mayores, etc. son escasos o inexistentes. Gorza es contundente: "Las mujeres que elegirían quedarse, hacer de la producción primaria su modo de vida, no solamente por lo económico, sino su forma de vida, terminan migrando a la ciudad por tantas dificultades. Y ni hablar si en algún momento está la decisión de formar una familia, en ese caso sí o sí terminan siendo expulsadas".
Foto: Patricia Gorza. Presidenta Asociación Civil Mujeres de la Ruralidad Argentina
El informe de MRA indica como otro agravante la brecha digital, ya que solo el 23% de los hogares rurales cuenta con conectividad estable, lo que complica la adopción de tecnología, un factor clave en la modernización productiva. A nivel regional, apenas el 5% de las mujeres rurales recibe asistencia técnica de manera permanente.
En el acceso a financiamiento, las trabas se multiplican, ya que sin titularidad de la tierra ni garantías formales, muchas mujeres quedan fuera de las líneas de crédito, aun cuando gestionan o coadministran explotaciones familiares. Gorza señala que "todavía hay mujeres que trabajan toda su vida en el campo, pero no tienen un CUIT, no figuran en los papeles y no pueden acceder a un préstamo para mejorar su producción".
En lo político y gremial, la subrepresentación es persistente, esto se debe a que solo el 7,2% de los cargos directivos de entidades agropecuarias están ocupados por mujeres. La falta de participación incide directamente en la agenda en temas como violencia de género rural, cuidados, conectividad, acceso a la tierra o desigualdades salariales, las cuales rara vez ocupan espacio central en las discusiones sectoriales.
Sin embargo, de acuerdo con la representante de MRA: "Hay motivos estructurales que tienen que ver con la política pública histórica en este país con respecto al agro, porque no es que hay más soporte. Las mujeres cuentan con un montón de desventajas en este punto, pero no es que los varones cuentan con más ventajas. Las ventajas que tienen los varones son culturales y de tradición, de formas y de costumbres, pero tampoco es que tienen tantas oportunidades".
Avances generacionales y el rol clave de las organizaciones
Pese a este panorama, la participación femenina muestra señales de avance. En este sentido FADA destaca que el mayor crecimiento se registra en las mujeres menores de 30 años, que pasaron del 22,8% al 26,1% del empleo sectorial en cinco años. También aumentó su presencia entre los 30 y 49 años, lo que indica un proceso sostenido y transversal.
Las organizaciones cumplen un rol central en esta transición. MRA, con presencia en más de veinte provincias, impulsa el Foro Internacional de Género y Ruralidad y proyectos de formación, diagnóstico y visibilización. Estas iniciativas permiten que productoras familiares, técnicas, profesionales y emprendedoras articulen demandas y construyan redes que antes no existían.
El cruce entre estos informes ofrece una mirada complementaria, que permite observar que mientras la agroindustria urbana genera oportunidades para las mujeres, la ruralidad sigue reclamando políticas que aborden sus desigualdades históricas. Esta distancia evidencia la necesidad de diseñar estrategias específicas para que el crecimiento del sector alcance a todas las mujeres por igual.
La presencia femenina en la agroindustria argentina crece y se diversifica, pero la ruralidad avanza a otro ritmo. Los informes muestran avances significativos en empleo, participación joven y profesionalización. Sin embargo, persisten brechas profundas en tierra, crédito, cuidados, tecnología, representación y condiciones de vida en los territorios.
El desafío para el sector será transformar estos diagnósticos en políticas reales que permitan que las mujeres del campo no solo trabajen, sino también decidan, permanezcan y prosperen en el territorio. En este sentido, Gorza sostiene que "una vez que el tema está sobre la mesa, hay que empezar a hablar sin pelos en la lengua de la realidad de lo que pasa".
Por último concluye: "Y eso implica muchas veces tener el coraje de blanquear las situaciones que transitamos las mujeres sin miedo a que alguien le caiga mal. Porque cuando vos dejas descubierto una desigualdad, siempre hay alguien que va a estar molesto con eso".