Historias como la de Cristina Coggiola muestran que la recuperación del sector no es pareja. El testimonio de Cristina en Chacra 360 refleja las luces y sombras de un sector que comienza a repuntar.

El sector lácteo argentino empieza a mostrar señales claras de recuperación. Después de enfrentar una de las peores sequías del siglo y un contexto macroeconómico adverso, los primeros datos de 2025 traen algo de alivio: entre enero y abril, la producción nacional de leche creció un 11% interanual, y la elaboración de productos lácteos un 13%, según datos de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca (SAGyP).

La mejora se explica por mejores condiciones meteorológicas, mayor disponibilidad de reservas forrajeras y una relación más favorable entre el precio de la leche y los costos clave como el maíz y la soja, según datos oficiales. De hecho, hoy un litro de leche puede comprar 2,2 kg de maíz y 1,5 kg de soja, superando ampliamente los valores históricos y generando un respiro para muchos productores.

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Sin embargo, no todos perciben esta recuperación.

Cristina Coggiola, productora tambera de Santa Fe, es parte de la otra cara de esta realidad. En medio de la crisis, debió cerrar su tambo familiar, una decisión que marcó profundamente a su familia:
"Cuando se llevaron las vacas, estábamos con mi hijo, mi ingeniero y mi tambero... lloramos. Era algo terrible. No solo se iban animales, se iba parte de nuestra familia, porque uno se encariña. Las vacas son generosas, te dan leche todos los días. Y cuando las vimos partir, sentimos que lloraban también."

Hoy, Cristina se presenta como "ex tambera, pero no ex productora". En su relato no hay resignación, sino transformación: "Cerramos el tambo, pero no nuestra historia. Tuvimos que reinventarnos. Yo ahora hago coaching, tengo una tienda de ropa en San Francisco y seguimos trabajando el campo. Nos transformamos, aprendimos. Ya no ordeñamos vacas, pero seguimos cultivando sueños".

Cristina también brinda servicios rurales: realiza siembra, confección de rollos y control de malezas con una máquina que adquirió a fines de 2023. Destaca que su nuevo enfoque apunta a reducir el uso de agroquímicos, cuidando el ambiente:
"Con esta máquina, hacemos un control mecánico que no remueve tanto la capa superficial del suelo. Después aplicamos menos químicos, solo los necesarios, antes de sembrar. Es otra forma de producir, más consciente."

Su historia refleja los múltiples desafíos que enfrentan los pequeños productores. La falta de personal capacitado, la imposibilidad de enfermarse o tomarse un día libre, la dependencia del clima y las reglas políticas cambiantes hacen que la vida rural esté lejos de ser simple: "El campo no tiene feriados. Es de lunes a lunes. No te podés enfermar nunca. Además, sin políticas claras, sin continuidad en las reglas, no hay manera de planificar ni invertir. Por eso muchos tambos pequeños no aguantan."

Pese a las dificultades, Cristina elige enviar un mensaje de aliento a quienes todavía luchan por sostener sus tambos:
"A los que siguen, les digo que busquen alternativas. A veces se puede seguir ordeñando y hacer otra actividad en paralelo. Lo importante es no quedarse quieto"

La recuperación es real, pero no es pareja. Mientras algunos tambos logran aprovechar el nuevo escenario favorable, otros ya no están para hacerlo. Las cifras muestran una mejora del sector, pero detrás de cada dato hay historias como la de Cristina: de resiliencia, de transformación y de una profunda conexión con la tierra que no se pierde, aunque el tambo cierre sus puertas.