La precisión no nació con los drones: hace 50 años que volamos con criterio
Hoy los drones pusieron sobre la mesa conceptos como "tamaño de gota", "impactos por centímetro cuadrado" o "volúmenes ultra bajos". Y está bien: visibilizan lo que muchos técnicos venimos promoviendo hace años. Pero que no se confunda moda con conocimiento.
En estos tiempos donde la tecnología parece reinventarlo todo, es común escuchar que ahora, gracias a los drones, "se puede aplicar con precisión", "usar bajo volumen" o "lograr impactos dirigidos con gotas calibradas".
Bienvenido el entusiasmo. Pero conviene aclarar algo: la precisión no es una moda, ni una novedad. Para los que llevamos décadas arriba de un avión agrícola, la calidad de aplicación no empezó con los drones. La venimos trabajando hace más de 50 años, en el aire, con criterio, conocimiento y evolución constante.
Desde hace décadas, los aeroaplicadores sabemos que no se trata de usar volúmenes bajos o altos, sino de aplicar el volumen correcto, con el tamaño de gota necesario, la cobertura adecuada y la distribución justa para el objetivo biológico. Y eso no se improvisa: se calibra, se mide, se valida. En cada vuelo. En cada lote.
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Hoy los drones pusieron sobre la mesa conceptos como "tamaño de gota", "impactos por centímetro cuadrado" o "volúmenes ultra bajos". Y está bien: visibilizan lo que muchos técnicos venimos promoviendo hace años. Pero que no se confunda moda con conocimiento.
Porque aplicar con 4 litros por hectárea no es un mérito del dron, es una exigencia técnica de ciertos fungicidas e insecticidas en canopia densa. Porque elegir 200 micrones para un herbicida sistémico no es una casualidad, es el resultado de décadas de pruebas y experiencia. Porque la eficiencia no es solo cuestión de maquinaria, sino de criterio agronómico.
En el mundo aeroagrícola, hablar de volumen correcto, impacto efectivo y calibración precisa es parte de nuestra cultura técnica desde antes que existiera el GPS.
Así que bienvenidos los drones, claro. Pero también, bienvenidos todos al debate serio sobre calidad de aplicación, donde el foco no es el equipo, sino el objetivo agronómico.
Porque la buena aplicación no vuela sola. Vuela con criterio. Y eso sí que no es nuevo.