Falta de hacienda, consumo débil y precios inciertos: el complejo presente de la carne vacuna
Sebastián Bendayán, gerente de Cafrisa, alertó sobre el estancamiento del stock ganadero, la pérdida de competitividad en exportaciones y la caída del poder adquisitivo interno.
La industria de la carne vacuna en la Argentina atraviesa un momento complejo: tras años de sequía, una caída significativa en el stock de hacienda y una demanda interna debilitada por la crisis económica, el sector se encuentra en una encrucijada. Si bien comienzan a aparecer señales positivas, los expertos advierten que todavía falta mucho para consolidar una recuperación.
"Hay indicios positivos de una pequeña recuperación, pero aún no nos hemos puesto los pantalones largos. Falta stock, faltan kilos y falta poder adquisitivo para sostener la demanda", advirtió Sebastián Bendayán, gerente de Cafrisa, a Chacra 360 Continental. Según estimaciones, la sequía de los últimos tres años provocó la pérdida de entre 1.200.000 y 1.700.000 cabezas de ganado, lo que impactó directamente en la oferta y en los márgenes de la industria.
Capacidad ociosa y costos en alza
Una de las consecuencias más visibles es la capacidad ociosa de los frigoríficos, en especial en provincias como Santa Fe, epicentro de la industria cárnica nacional. "Tenemos una estructura con costos fijos elevados, que se dispararon por los aumentos de impuestos y servicios, en algunos casos superiores al 100%. Si no se incrementa la faena, esa estructura se vuelve insostenible", explicó Bendayán.
Aunque la carne vacuna no acompañó la inflación en 2023 y se encuentra, en términos reales, por debajo de los precios históricos, la caída del poder adquisitivo impide una recuperación sólida de la demanda. "Hoy la carne está barata, pero la gente no tiene dinero para comprarla. Por eso, si bien podría haber un pequeño ajuste de precios hacia arriba por factores de oferta, todo dependerá de si el consumidor lo convalida o no", afirmó.
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Cambios regulatorios y desafíos estructurales
En este contexto, también genera debate la reciente eliminación del peso mínimo de faena, medida oficial que, según el sector, no resolverá los problemas de fondo. "No creemos que una normativa impuesta por el gobierno defina el peso del animal a faenar. Si el mercado lo demanda y al productor le conviene, va a producir animales más pesados", opinó el gerente de Cafrisa.
En la Argentina, el peso promedio de faena ronda los 220 kilos, muy por debajo de países como los europeos, donde se sacrifican animales significativamente más pesados. "Confundimos terneza con ternera, y eso también influye en la baja eficiencia del sistema. Si los animales tuvieran más kilos, los costos fijos se dividirían mejor y la industria sería más competitiva", agregó.
El cuero, otra pieza que falta
Otro factor que complica la rentabilidad es la pérdida de valor del cuero, un subproducto que históricamente ayudaba a cubrir costos de faena. "Hoy las curtiembres lo pagan apenas o directamente no lo toman, y eso también afecta la ecuación económica del frigorífico", señaló Bendayán.
Exportaciones: oportunidades y trabas
A nivel internacional, el panorama es mixto. Mientras países como Brasil, Uruguay y Australia incrementan su participación en los mercados, Argentina mantiene sus exportaciones, aunque con menores márgenes de rentabilidad. "La demanda internacional se mantiene firme, especialmente en el sudeste asiático y China, pero las retenciones y el atraso del tipo de cambio nos restan competitividad", explicó.
Un cambio de mentalidad: clave para el futuro
Para Bendayán, uno de los principales desafíos no es técnico ni climático, sino cultural y político. "Llevamos más de 40 años con el mismo stock ganadero, mientras la población se duplicó. En el mismo período, Brasil cuadruplicó su rodeo. Eso marca la diferencia entre tener o no una política ganadera a largo plazo", subrayó.
En este sentido, insistió en la necesidad de políticas claras que generen previsibilidad e incentivos para aumentar el stock y el peso de faena. "No se trata solo de sembrar pasto, sino de que sea rentable engordar un animal. Si al final del proceso no se puede vender o se pierde plata, nadie va a invertir", dijo.
Un consumo que se reconfigura
Pese a la crisis del consumo de carne vacuna, Argentina no enfrenta un déficit de proteínas. El promedio per cápita de consumo de proteína animal (sumando carne vacuna, porcina y aviar) sigue en niveles elevados, en torno a 115-120 kilos anuales. "La gente migró hacia carnes más económicas como el pollo y el cerdo, que hoy ganan protagonismo", señaló el gerente de Cafrisa.
La conclusión es clara: la carne vacuna argentina necesita una transformación estructural. Más animales, más kilos, mejor eficiencia industrial y reglas claras a largo plazo. "El mercado funciona cuando es rentable. Si le das condiciones al productor, lo va a hacer. Si no, es muy difícil", concluyó Sebastián Bendayán.