Política y Economía

¿Porqué los alimentos cuestan más caros que en el exterior?

La canasta básica es más cara en Buenos Aires que en varias ciudades de la región e incluso que en Nueva York y diferentes lugares de Europa

Chacra
5 de Julio de 2016

¿Por qué un litro de leche cuesta más en un supermercado de Buenos Aires que en uno de Madrid? ¿Es normal que una bolsa de pan lactal valga prácticamente el doble que en Nueva York?

¿Hay razones que ayuden a explicar por qué un consumidor porteño tiene que pagar por un paquete de fideos o por una botella de dos litros de gaseosa hasta un 35% más que un residente de San Pablo?

Estas son algunas de las tantas preguntas que se plantean los argentinos al constatar que, además del consabido castigo de la inflación, también se asiste al regreso de otro problema clásico y es que el país ha quedado caro en términos de dólares.

Es el primer diagnóstico que economistas de distintas extracciones ideológicas coinciden en realizar. Y es, además, el que muchos empresarios están constatando en carne propia, en rubros tan disímiles como el turismo -de la mano de una caída en la llegada de extranjeros-, el de los call centers -que por competencia de los servicios importados ya ha perdido 2.000 empleos- y el frutícola, que no logra recuperar competitividad a pesar de la última devaluación.

La cuestión es tan preocupante que esta tendencia de pagar más aquí que en el exterior -en términos de dólar- ya no alcanza sólo a los productos electrónicos o a la ropa. Ahora el fenómeno también se hace visible en una larga lista de artículos de la canasta básica alimentaria.

Salvo en el caso del azúcar, donde el valor en los centros de compra porteños es más bajo que en el comparativo internacional, en el resto de los alimentos -muchos de ellos de primera necesidad- ocurre lo contrario.

De hecho, Buenos Aires hoy encabeza el podio del ranking como la ciudad más cara -en dólares- a la hora de adquirir productos como pan lacteado, arroz o gaseosas, frente a los valores que rigen en Nueva York, México DF, Madrid, San Pablo y Santiago de Chile.

Además, se posiciona en el segundo puesto si se consideran ítems como fideos, leche, yogurt y manteca. Mientras que recala en el tercer escalón si el comparativo se realiza en base a los precios del aceite de girasol y del kilo de pollo.

Dicho relevamiento se efectuó tomando una paridad del dólar de $15. Esto implica que, si el mismo sondeo se hubiese realizado con el tipo de cambio más bajo -tal como ocurrió en los últimos tres meses, cuando se ubicó más cerca de los $14-, la comprobación de que la Argentina está cara hubiese quedado todavía más en evidencia.

A continuación, el cuadro que permite apreciar cómo productos clave en la dieta de los argentinos y que son comercializados a través de cadenas de supermercados con presencia global -como Walmart, Carrefour o Jumbo- pueden costar hasta un 100% más que en otras ciudades.

En términos metodológicos, para confeccionar este relevamiento se tomaron marcas y calidades similares.

Dólar atrasado y algo más

La situación que se observa en las góndolas remite a uno de los debates clásicos que se dan en el país cada vez que los precios locales van quedando por encima del promedio en el comparativo internacional: ¿nuevamente se atrasó el dólar a pesar del salto devaluatorio? La respuesta que instintivamente surge en situaciones de este tipo suele ser afirmativa.

Sin embargo, hay analistas que afirman que ese sería un abordaje limitado del problema y que no alcanza con afirmar que la Argentina tiene un tipo de cambio atrasado para convalidar que los porteños pagan más caros los alimentos que el propio país produce.

El economista Gastón Rossi, de la consultora LCG, pone sobre la mesa otra cuestión, por demás polémica: "Si fuera que la Argentina está cara en dólares sólo porque tiene un atraso cambiario, entonces los alimentos deberían estar más baratos y no más caros que en el resto del mundo. No olvidemos que la Argentina exporta y si sólo mandara el tipo de cambio, los precios deberían ser más bajos".

Los economistas consultados por iProfesional apuntaron también hacia otros problemas y particularidades que tiene la economía doméstica, y que no suelen estar tan en el foco cuando se habla de desfasajes de precios.

En este sentido, hacen referencias a otras variables, como el costo logístico, en un país extenso en territorio, en el que las mercaderías deben recorrer grandes distancias.

Así, el hecho de tener una de las naftas más caras del mundo termina impactando en el valor de los productos, una vez que llegan a las góndolas. En la actualidad, la Argentina ocupa el puesto 116 sobre 175 mercados relevados por el sitio especializado Globalpetrolprices.com, que mide el valor de los combustibles.

Cabe destacar que en la Argentina, el precio de la nafta súper está en el podio de la región, siendo sólo superado por Uruguay (u$s1.16 contra u$s1,33).

Este caso lleva irremediablemente a analizar la cuestión impositiva. Porque el valor de los combustibles no sólo está asociado con la decisión política de que el sector privado "subsidie" a las petroleras locales sino también con la carga tributaria que pesa en cada litro de nafta que se carga en el país. En la actualidad, un 48% de ese valor está compuesto por impuestos nacionales, ingresos brutos provinciales y tasas municipales. En el gasoil, la carga tributaria alcanza al 42%, de acuerdo con el Ministerio de Energía.

Eso significa que es el propio Estado el que termina poniéndole un piso más elevado a toda la economía: ya sea vía subsidios a la industria (para que las compañías no despidan personal), o quedándose con 48 centavos por cada peso que el consumidor destina para cargar el tanque.

Además, según se desprende del relevamiento que todos los meses realiza la Fadeeac, los costos del transporte de cargas -referencia obligada para la fijación y ajuste de tarifas del sector- acumulan una suba de más del 40% en los últimos doce meses.

El peso impositivo en los precios

La misma línea argumental podría esgrimirse respecto del IVA. Desde hace años, el país mantiene un impuesto del orden del 21%, que es pagado por todos los consumidores por igual, ya sea por un trabajador informal, un jubilado, un monotributista o un empleado jerárquico de una multinacional.

-En la región, Paraguay (10%) y Panamá (7%) son los países que menos peso del gravamen cargan a los consumidores.

-Chile, Perú, Brasil, Colombia y México cobran entre 2 y 5 puntos menos que la Argentina.

-Estados Unidos tiene una tasa que va del 5% al 8,5%, dependiendo el Estado.

-Uruguay es el que lidera este ranking, con el 22% de IVA.

El tema es que si bien el IVA es uno de los tributos más regresivos, no es el único que afecta los precios de los productos.

Otro costo adicional que enfrentan las compañías es el financiero, que se suma a la incertidumbre cambiaria que en los últimos años fue moneda corriente en la Argentina. Una carga para nada despreciable, por cierto. Esa incertidumbre sobre el tipo de cambio de equilibrio implicó que las empresas líderes ampliaran su "colchoncito" en los precios. Lo mismo hicieron las grandes cadenas de supermercados.

Cóctel explosivo

La mirada de los economistas, en definitiva, es lo limitado del atraso cambiario como única explicación de los precios caros en dólares, incluyendo los valores de aquellos alimentos de los cuales la Argentina es productora.

Rossi, de LCG, luego de referirse a una "combinación de causas", suma otros dos puntos al debate:

● La concentración de algunos mercados. Esto sucede, por ejemplo, en el negocio del pan lacteado, que en la Argentina depende en un 90% de una sola compañía.

● Rossi también puntualiza sobre la eliminación de las retenciones al agro, sobre todo al maíz y al trigo, insumos clave para la producción de otros alimentos, desde panificados hasta proteína animal. Al encarecerse el valor de estos granos, no hace más que echar leña a la hoguera inflacionaria.

"En la teoría, cuando el índice de precios baje hasta un nivel más razonable, la brecha con respecto a otros países debería descender. Al menos en el rubro alimentos. De hecho, en los años ‘90 y con un dólar atrasado, ese gap era menor", afirma Rossi a iProfesional.

"Acá el mayor problema tiene que ver con los desajustes y la incertidumbre. Los empresarios remarcan por las dudas, una práctica que seguirá mientras el mercado lo convalide", añade el analista.

A juzgar por los expertos, los precios tendrán que converger hacia niveles más "razonables", más aun si se tiene en cuenta el contexto recesivo local y que el ánimo de los consumidores muestra que ya no están tan dispuestos a tolerar cualquier ritmo de suba. 

iProfesional

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