Hasta los aviones perdieron el rumbo
La cadena de la aeroaplicación es otro ejemplo palpable de la larga lista de damnificados que esta campaña ha dejado en el interior del país. También en este caso el Estado hace lo posible para profundizar la herida.
Se suele describir la crisis que vive el interior del país producto de las nefastas condiciones climáticas de esta campaña, apelando a la caída en el número de viajes realizados transportando granos por medio del camión. Los cálculos indican que se han resignado entre un millón y un millón y medio de estas travesías, que eran normales en campañas anteriores. En un pueblo típico de la Pampa Húmeda serán 2.500 viajes menos, en promedio. Pero la lista de familias que vivirán con lo justo por un buen tiempo es mucho más amplia y abarca casi todos los rubros, incluso los más alejados del campo, pero que dependen también de lo que aporta el agro para salir adelante. La actividad agropecuaria es el motor de la vida de muchas localidades, mal que les pese a algunos.
En la volteada ha caído también la aviación agrícola. Se estima que en la zona núcleo la aplicación aérea bajó más de un 70%. Los últimos tres años de seca fueron complicados para el sector, acompañando las pérdidas del trigo, la soja y el maíz. Los integrantes de la Federación Argentina de Cámaras Agroaéreas (FeArCa) se sumaron a la larga lista de voces que denuncian la crisis. No recuerdan haber vivido una situación similar en años y años de trabajo y piensan que el gobierno debería tomar medidas para paliar el tendal de dolientes que dejó la seca.
Un aeroaplicador del sudeste cordobés estima que el trabajo se redujo en un 50%. No tiene dudas de que habrá un retraso en la cadena de pagos, refinanciación en muchos casos, y esto se va a reflejar a nivel nacional. Cree que un gobierno serio debería tener un plan para años como este, considerando la importancia del aporte que realiza el sector. No sólo es la falta de trabajo como consecuencia del grave desajuste climático, sino que vienen arrastrando problemas de pago en el exterior por falta de dólares.
Otro prestador de este servicio, esta vez en el norte de Buenos Aires, dice que solo ha trabajado un 20% de lo normal. Ya sabe que le faltarán ingresos al por mayor y cree que necesitará como mínimo una línea de créditos de muy baja tasa de interés, la eliminación de impuestos por lo menos por un año y que se pueda volver a importar repuestos al dólar oficial.
Precisamente, en un segundo plano están los proveedores de insumos para la aviación agrícola, que pasaron meses y meses mirándose las caras, y respecto de lo poco que vendieron en el corto plazo se va a cortar la cadena de pagos porque mucha gente no va a poder cubrir lo que adelantó.
En Entre Ríos y Santa Fe la caída en el número de aeroaplicaciones es tan grande y el daño a la producción tan importante que se sospechan consecuencias irreparables en la economía regional. Todos los sectores están perjudicados, desde el mecánico o el albañil hasta la cadena de insumos y servicios. Todos hablan de una crisis histórica y de la necesidad de un plan de gobierno para atenuar los daños.
La cruda realidad es que el Estado está en otra cosa. No tiene un plan de contingencia porque ha armado una estructura de gasto clientelista que cada vez le cuesta más mantener. Esa es su única preocupación, las urgencias que el mismo se ha generado no le permiten ver lo que están padeciendo los argentinos que viven en el interior del país.
Las lágrimas no lo conmueven. No tiene la intención de aflojarle la cincha al contribuyente, lo necesita para sostener sus chances de atender al "cliente" y perpetuarse un tiempo más en el poder.