El pago que eligió Don Ata
El Cerro Colorado está enclavado en el paisaje cordobés que hace 400 años fue parte del Antiguo Camino Real al Alto Perú. Historias y sentires de apasionados por esta tierra.
Alfredo Francisco Lobos es el Guardaparque Inspector de un lugar mágico. Tierra rojiza, cielo diáfano, cantos melodiosos, sensación de placidez caracterizan a la Reserva Natural Cultural de Cerro Colorado. Allí, con una sonrisa franca y el andar ligero, este hombre apasionado por su lugar y profesión recibe a quienes quieran conocer y recorrer un lugar de cerros con intensos colores rojizos, aleros y cuevas de caprichosas formas.
“La Reserva abarca 3.000 has. pero mi tarea traspasa esos límites porque también custodio la “zona de transición” y la fauna de ese lugar. Controlo y vigilo el territorio y la aplicación de leyes ambientales que se deben respetar más allá de los límites de la Reserva. Es un trabajo fascinante pero también muy arduo porque el tráfico de fauna, principalmente de pájaros con mucho color y hermoso canto, es moneda corriente”. La Reserva posee un importante valor natural ya que es uno de los pocos lugares, y el más austral de la Argentina, donde crece un árbol de tronco desnudo y frío llamado “mato”. También la “avifauna” es variada y vistosa. La “chuña de patas negras”, el “caburé”, algún “águila escudada” surcan el cielo cordobés en este destino imperdible.
Alfredo aconseja no arrancar plantas ni molestar a los animales. En el recorrido quizá pueda observarse la “cabra de monte”, el simpático zorrino y alguna inofensiva “comadreja”. Él asegura que las venenosas “yarará grande”, y “víboras de cascabel” permanecen lejos de los senderos por donde transitan los visitantes.
Con una simpatía arrolladora este apasionado por su trabajo y la Naturaleza, muestra las pictografías e imágenes del arte rupestre en las areniscas rojizas, aleros y abrigos que remontan a la época de los comechingones y sanavirones.
“Concientizar a los lugareños y visitantes de la importancia de preservar la Reserva es un trabajo de todos los días. La fauna en la actualidad está muy presionada por los desmontes, sembrados y alambrados que el hombre genera. Es por eso que debemos cuidarla y brindarles los primeros auxilios en caso de accidentes. Para mí es un deber y también un placer, controlar, vigilar y educar para que esta “maravilla” se conserve y todo el pueblo de Cerro Colorado pueda seguir trabajando” afirma Lobos con admirable convicción. Alfredo Lobos vive con su familia en lo alto del Cerro, y disfruta de una “elección de vida” que lo hace feliz.
ENTRE SENTIDOS VERSOS, ALGARROBOS Y MANSO RÍO
Atahualpa Yupanqui fue un apasionado por la poesía, el folclore y la Naturaleza. Eligió Cerro Colorado hace muchos años, allá por 1930, el paraíso al norte de Córdoba para construir su casa, junto al río y en medio del más celestial silencio. Hoy sus restos descansan debajo de un añejo algarrobo, junto a los de su amigo, el “Chúcaro”.
Llegar hasta la Casa, hoy Museo, de Héctor Roberto Chavero, verdadero nombre de Atahualpa significa adentrarse en sus memorias, sus obras y también las de su esposa, la reconocida pianista Paule Fitzpatric, quien con el seudónimo de “Pablo del Cerro” compuso una buena parte de las canciones del reconocido folclorista.
Cerros, verdes intensos, flores silvestres, aromas de piquillín de las sierras, manzano del campo y quebracho sumados al murmullo del río, por donde Ata llegaba montado en su caballo o en su jeep a la espectacular y querida morada, son hoy el legado que este hombre sensible nacido en Pergamino, dejó a su público y a cada turista que visita la sede de la Fundación Atahualpa Yupanqui.
Este admirable hombre recorrió el mundo con su canto, vivió en París desde donde escribió cartas a su madre que pueden leerse en uno de sus Libros, amó la Naturaleza y permitió que sus versos embriaguen a quienes supieron escucharlos. Y no quedan dudas que eligió Cerro Colorado porque amaba la soledad. En una de sus creaciones, “Milonga del Solitario” lo canta con su voz inconfundible y el sentimiento a flor de piel:
Toda la noche he cantado
Con el alma estremecida.
Que el canto es la abierta herida
De un sentimiento sagrado.
A naides tengo a mi lado
Porque no busco piedad,
desprecio la caridad
Por la vergüenza que encierra
Soy como el león de las sierras
Vivo y muero en soledad.
Dos apasionados, dos hombres sensibles que eligieron la Reserva Natural Cultural de Cerro Colorado, en la provincia de Córdoba: Alfredo Lobos y Atahualpa Yupanqui, nos dejan este mensaje: ser feliz en tierra con aroma a pasado real.