Editorial

¿Qué le pasa a China con la soja?

Lo mejor habría pasado. El gigante asiático tendería a recortar sus importaciones en los próximos años. Es probable que el negocio de la oleaginosa tome una forma distinta de la que conocimos en las últimas dos décadas.

Claudio Gianni
6 de Febrero de 2023

Lo mejor habría pasado. El gigante asiático tendería a recortar sus importaciones en los próximos años. Es probable que el negocio de la oleaginosa tome una forma distinta de la que conocimos en las últimas dos décadas.

Antes de que Trump iniciara su "guerra santa" contra China, soñábamos con que el gigante asiático comprara más y más soja cada año, potenciando las cotizaciones del poroto y derramando bendiciones sobre el negocio agrícola en el planeta. Ya sea por culpa del expresidente estadounidense o por cambios estratégicos en la orientación del PC chino hacia el manejo de la economía del país, aquel sueño sería solo eso, un sueño.

Un nuevo informe de Rabobank proyecta que las importaciones de soja de China se ralentizarán y eventualmente disminuirán hasta 2030, como resultado de un crecimiento más lento de la producción de proteína animal, la mejora continua en las prácticas agrícolas y, lo que es más importante, la reducción paulatina de la participación de la harina de soja en las raciones.

Por lo pronto las importaciones de soja de China en 2022 totalizaron 91 millones de toneladas, un 5,6 % por debajo de 2021, con las compras en Brasil un 6 % inferiores al año previo y las de EE. UU. un 10 % más acotadas que en 2021.

China es el mayor importador de soja del mundo y representa más del 60 % del comercio mundial. Es virtualmente el driver excluyente para los precios de la oleaginosa, y pocas cosas pesan más que sus decisiones en la materia. Enfrente tiene a un Brasil que parece no admitir límites a la hora de generar soja, dispuesto a incorporar más y más superficie cada año al cultivo del poroto. O al menos así ha sido hasta esta campaña.

Lief Chiang, analista sénior de cereales y semillas oleaginosas de Rabobank, asegura que el gobierno chino está decidido a recortar la dependencia de la soja importada "para garantizar la seguridad alimentaria". Considera que la reducción de la inclusión de harina de soja en las raciones creará oportunidades para que las empresas desarrollen nuevas tecnologías e ingredientes hasta ahora poco conocidos.

"En este escenario será inevitable un uso adicional de aminoácidos para satisfacer las necesidades nutricionales de los animales", apunta Chenjun Pan, analista sénior de proteína animal en Rabobank. Quienes los producen en China se beneficiarán, aunque se teme que la creciente demanda acabe en mayores importaciones y reemplace una dependencia por otra. Algo parecido puede suceder con los productores de enzimas.

Es cierto, ya hay empresas en China trabajando en la generación de proteínas a partir de insectos y fuentes microbianas. A largo plazo van a tener un rol destacado en esta historia, pero por ahora la mayoría está en desarrollo.

Los analistas de Rabobank creen que la eventual reducción de las importaciones de soja de China tendrá un profundo impacto en toda la cadena de suministro global y remodelará los flujos comerciales mundiales. Será todo un desafío para productores, molturadoras y fabricantes de alimentos balanceados.

Estos especialistas indican que si bien China seguirá siendo el mayor importador de la oleaginosa, el crecimiento adicional de la oferta de soja deberá encontrar destino en otras regiones, en especial las economías emergentes en el Medio Oriente, el Sudeste Asiático y el Sur de Asia. "Los traders y exportadores deberán realinear sus negocios hacia nuevos mercados y aumentar la inversión en infraestructura en esas regiones".

En el fondo es probable que para la soja no signifique más que un cambio de escenario. Porque paralelamente se espera que de la mano de los biocombustibles EE. UU. amplíe su capacidad de trituración y procese más granos a nivel nacional, conservando más aceite de soja para uso local y exportando volúmenes cada vez mayores de harina de soja, un problema para nosotros.

Ya sea porque advirtió que el mercado de soja va a dar un giro importante o porque nuevos negocios como el del diesel renovable ofrecen opciones más atractivas, el país de las barras y las estrellas apuntaría a otros objetivos. Tiene planes, y los está ejecutando para aumentar significativamente su capacidad de molienda. Para algunos analistas, el precio en Chicago ya depende tanto de las exportaciones como de esta demanda interna, que en no muchos años más le quitaría trascendencia a las ventas externas.

Brasil, en tanto, no da mayores señales, pero quizás especule con quedar como el abastecedor excluyente de soja a una China que, como vimos, no iría mucho más allá de sus actuales volúmenes de importación, incluso con chances de recortarlos. Es probable que el socio del Mercosur deba repensar su creciente expansionismo en cuanto a superficie sembrada con la oleaginosa.

¿Nosotros? La Argentina deberá procesar estas expectativas y estudiar cursos de acción. No lo afecta tanto la decisión de China de ir comprando menos soja, pero si la posibilidad concreta de que Estados Unidos aumente explosivamente su capacidad de molienda e inunde el planeta con harina de soja. Washington ya sabe que para que todo el negocio del diesel renovable cierre, hay que colocar la harina de soja en el mercado global, y para eso es imprescindible desplazar a la Argentina.

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