Editorial

Altísima fragilidad monetaria

El coctel de variables económicas es cada vez más complicado, y el combo se va tornando explosivo. No se hallará luz al final del túnel si no se toma el toro por las astas. Es precisamente lo que evita hacer el gobierno.

Claudio Gianni
31 de Mayo de 2023


El coctel de variables económicas es cada vez más complicado, y el combo se va tornando explosivo. No se hallará luz al final del túnel si no se toma el toro por las astas. Es precisamente lo que evita hacer el gobierno.

A ciencia cierta todos tenemos la impresión de que las cosas van realmente mal con la economía argentina, sin necesidad de hacer cálculos finos. Es una sensación de bolsillo que nos castiga a diario, sobre todo a aquellos que vivimos de un salario. A pesar de eso, los números de quienes siguen la evolución de las principales variables no hacen sino multiplicar la zozobra de una sociedad que a fuerza de sufrir parece a prueba de nuevas malas noticias.

En este camino, y a los efectos de llegar a una evaluación de la situación mucho más profesional y objetiva, hay ciertos indicadores que ayudan a tratar de entrever cuán grave es la situación de la Argentina, y sobre todo cuáles son las chances de que este deterioro se agrave de manera terminal.

En este sentido, el

Índice de Riesgo Monetario elaborado por la Universidad Austral y el Grupo Romano arrojó un alarmante 74.72% para el último abril, lo cual lo ubica en su máximo histórico. Hay que decir que un índice por debajo de 30% indica elevada estabilidad monetaria. En cambio, cuando supera el 60% evidencia un escenario de altísima fragilidad monetaria.

Este índice se construye a partir de distintas variables económicas locales y globales, consideradas imprescindibles para mantener la estabilidad monetaria de la economía doméstica: Pasivos remunerados (Leliq, pases, lebac), base monetaria respecto del PBI, Pasivos remunerados en relación al PBI, Pasivos remunerados respecto de la base monetaria, Riesgo país y comparativo contra economías emergentes, Reservas internacionales brutas, Saldo de la balanza comercial mensual (exportaciones e importaciones), Tipo de cambio oficial, Tasas de interés real, Inflación y PBI.

A decir verdad, listados los elementos que conforman el índice no debería sorprender el resultado alarmante antes mencionado. Prácticamente ninguno de estos parámetros arroja señales alentadoras en la República Argentina. Si el número de abril superó el 74%, un muy mal dato, es razonable pensar que el de mayo será aún peor.

Los especialistas de la alta casa de estudios estiman que el escenario se irá tornando más complejo a medida que nos acerquemos a las PASO.

Hay que decir que las variables monetarias y financieras de la economía argentina empeoraron en abril por segundo mes consecutivo; la tendencia negativa se está profundizando.

La intervención de Economía con ventas de bonos en divisa extranjera aplacó por un rato la cotización de los dólares financieros, a costa de una fuerte caída de las paridades de la deuda en dólares y su correlato negativo en el Riesgo País. El efecto de la gran sequía redujo sobremanera las liquidaciones del sector más dinámico de la economía, lo que colaboró para que en abril el Central cerrara una posición vendedora por encima de los USD 1.900 millones. La caída de las reservas es preocupante, escenario que no se detuvo ni siquiera con el último dólar agro, que quedó debajo de las expectativas previas por un error de cálculo del gobierno.

A ciencia cierta la inflación le corrió el arco a sus pretensiones, tornando poco atractiva la propuesta efectuada a los productores, que además están persuadidos de que en caso de no tomar este tren podrán abordar el siguiente, en una de esas con una paridad más razonable.

La inflación es desde luego otro punto alto en esta cadena de infortunios, que no para a pesar de que el Banco Central aprobó un contundente aumento de la tasa de interés, del orden de los 1.000 puntos básicos, culminando el mes en un 91% nominal anual.

En este contexto, se considera que el cepo importador se incrementará considerablemente de acá en adelante, y se proyecta una merma de la importaciones del 30% interanual, evidenciando una caída relevante del PBI para el tercer trimestre.

Las perspectivas del comercio exterior tampoco lucen alentadoras, por la pérdida de producción del agro, la caída de los precios internacionales y la falta de libertad para vender granos, carne y leche, percibiendo los ingresos que corresponden.

Para Alfredo Romano, el gran driver de muy corto plazo será la negociación del gobierno con el FMI por el adelantamiento de los desembolsos del 2023. Hay que contabilizar además los resultados de la refinanciación de los pasivos en pesos, y la suerte que le quepa a la imperiosa necesidad de limitar la escalada en las variables nominales. "El panorama luce muy desafiante para el gobierno -apunta el especialista-, por lo que esperamos que continúen agudizándose los desequilibrios monetarios, cambiarios y financieros". No queda otra que creerle a la luz de la poca voluntad de la Administración para cambiar en serio el rumbo de colisión que lleva la economía.

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