Editorial

Dolarización sí, dolarización no

Hemos llegado a este debate por nuestra inmadurez para manejar la cosa pública y la corrupción de algunos políticos. Se ha arribado a un límite en que se requieren cambios profundos, poner fin a tanto disparate de una vez por todas.

Claudio Gianni
4 de Junio de 2023

Hemos llegado a este debate por nuestra inmadurez para manejar la cosa pública y la corrupción de algunos políticos. Se ha arribado a un límite en que se requieren cambios profundos, poner fin a tanto disparate de una vez por todas.

"Por supuesto que es viable la dolarización. El mejor de los mundos es tener tu propia moneda, pero ya hemos demostrado que no se hacen las cosas bien", define un economista en un programa de la televisión por cable. Es el punto de partida, la madre de todas las batallas, la realidad que abre el debate sobre un proceso que tiene aristas de todo color y tamaño. Los políticos argentinos han cometido barbaridades con nuestro pobre y cascoteado peso, y mucha gente llegó al límite de la tolerancia. Quiere soluciones urgentes. Ya, cuanto antes.

Este nacimiento con fórceps convierte a la dolarización en un tema en el cual los economistas no populistas se encolumnan de un lado y del otro. Se han escrito ríos de tinta sobre ella, a favor y en contra, y seguramente se escribirá mucho más. En parte se debe a que ninguna solución es perfecta, ni ésta ni cualquier otra que pueda plantearse. Menos que menos aisladamente.

Entre quienes no se sienten seducidos por la idea está la Fundación Mediterránea. Un trabajo suyo hace referencia a las grandes controversias de la dolarización. El apuro por terminar con la inflación que nos está hundiendo en la desesperanza ante la pasividad del actual gobierno, podría llevar a subestimar los costos de mediano plazo y sobrevalorar los beneficios inmediatos. Para la entidad, la implementación práctica de esta movida requeriría una importante licuación de activos del sector privado, lo que aparece como una severa restricción inicial.

Desde luego que hay beneficios de corto plazo. Junto con el peso desaparecerían todos los vicios que lo rodean, especialmente el desmanejo de los políticos con la emisión, la inflación desbordada, las tasas estrafalarias. Se acabarían las permanentes expectativas de devaluación y el riesgo país desmesurado. Pero en la Fundación creen que el principal escollo de la dolarización está dado por la necesidad de contar con los dólares suficientes para rescatar todos los pasivos monetarios del Banco Central de forma de poder "limpiar" su balance, más los pesos del circulante. Implicaría una muy importante devaluación previa, sumamente delicado en una economía con altísimo nivel de pobreza.

En la vereda opuesta defiende la idea Carlos Rodríguez, exviceministro de Economía, ahora muy cercano a Javier Milei, el hombre que sacudió la política argentina hablando de la dolarización de la economía e inmediatamente generó una polémica que no tiene fin. El discurso del libertario prendió entre la gente, harta de permitir que los políticos hagan uso y abuso de la moneda local, especialmente del perverso mecanismo de la emisión interminable para financiar la fiesta. Por eso muchos prefieren ir al dólar cuanto antes.

Sus detractores, también economistas como Rodríguez, no andan con vueltas. "Qué fácil que es tirar ideas solo para figurar y que los medios lo levanten como gran tema. Hoy es inviable la dolarización porque no hay cómo hacerla. No hay dólares en el BCRA y están los pasivos remunerados", asegura Roberto Cachanosky. "Si no hay dólares, ¿qué querés dolarizar? Si lo que sobran son pesos", argumenta Carlos Melconian. "Las soluciones mágicas no sirven. Y la dolarización es uno de esos caminos", comentó Marina Dal Poggetto a un medio digital argentino.

Es cierto que Milei no ha dado grandes precisiones sobre cuál sería el proceso concreto para terminar utilizando el dólar cada día de lo que queda de nuestras vidas. Algunos que tratan de interpretar su pensamiento advierten sobre la ilusión de imaginarse con estos billetes en el bolsillo el mismísimo diciembre de 2023 o a más tardar hacia el fin de ese verano. Aseguran que el libertario está pensando antes en cumplir otras etapas indispensables, que incluirían el recorte del gasto y la reforma del Estado como prioridad.

Como fuere, Rodríguez ensayó tres pasos definidos para llevar a cabo la tan mentada dolarización; quizás sean un indicio de lo que va hacer Milei si logra acceder a la primera magistratura. El exviceministro de Economía puntualiza que hay un sistema bancario que puede operar en dólares, y cerca de 15 mil millones de dólares en depósitos. Hay que sumar préstamos restringidos a exportadores, encajes en el BCRA y aproximadamente 300 mil millones de dólares en "colchones" fuera del alcance de la AFIP. Ahí está la clave.

"Estos últimos son pasibles de la Ley Penal Tributaria. Debería haber un amplio perdón sobre esas tenencias para que se incorporen al sistema financiero argentino -dice Rodríguez-. Eso requerirá además un profundo ajuste fiscal, creíble y sostenible que genere confianza de que no se vuelvan a repetir los abusos del pasado. Esto último es fundamental para todo el proceso de dolarización".

El asesor de Milei completa la idea. Por otro lado el BCRA tiene, al cambio libre actual, pasivos monetarios en pesos equivalentes a unos 35 mil millones de dólares, que deberían ser rescatados de alguna manera. Hay muchas soluciones para ir por ellos. Desde su simple licuación a través de inflación, como ya ha ocurrido en el pasado, hasta su rescate con dólares billete que debería conseguir el BCRA, con alguna clase de Plan Bonex en el medio de ambos extremos. El tema es complejo y claramente depende de la situación inicial, el poder político, el ajuste fiscal y la confianza que se genera.

El Banco Central, en tanto, tendría los días contados. "Antes de su existencia había vida, había estabilidad y había moneda; eliminarlo no es destruir la Republica Argentina, ni la patria, ni el nacionalismo", enfatiza Rodríguez.

Entre dolarizar o no, Emilio Ocampo y Nicolás Cachanosky proponer adoptar el dólar como moneda de curso legal, permitir la libre competencia de monedas y reformar el sistema bancario, de manera que el poder político no pueda confiscar más los ahorros de los argentinos. Siempre dentro de un programa profundo de reformas.

Es que debe quedar claro que dolarizar no implica que la Argentina eluda solucionar su escandaloso déficit fiscal, acomodar los precios relativos retrasados, terminar con el jubileo en el Estado, achicarlo, tornarlo racional. Por eso es errado poner todas las expectativas en una medida monetaria aislada.

Lo que espera al próximo gobierno mete miedo. Un país sin moneda, sin mercado de capitales, con extrema pobreza, presión impositiva por las nubes y baja inversión. Con o sin dolarización, no tiene chance de equivocarse 

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