Investigación

Huevos antiofídicos

Una gallina puede producir 300 dosis de suero antiofídico en su vida, gracias a un nuevo método para desarrollar antígenos en los huevos.

Verónica Salamanco - Redacción Chacra
6 de Noviembre de 2014

El Ministerio de Salud registró oficialmente 4049 casos de envenenamiento por animales ponzoñosos entre 2005 y 2012. En Argentina existen tres tipos de serpientes venenosas de alta peligrosidad: las “yarará”, con siete especies pertenecientes al Género Bothrops, la “víbora de cascabel” que es una sola especie perteneciente al Género Crotalus y las “corales”, con al menos seis especies pertenecientes al Género Micrurus.

Los venenos de las serpientes poseen complejas acciones sobre las diversas funciones biológicas de otro animal o una persona, y estas actividades pueden variar según el veneno de cada especie de víbora, e incluso puedo haber diferencias entre individuos de la misma especie. Algunas de las proteínas en el veneno de las serpientes tienen efectos muy particulares, incluyendo la coagulación sanguínea, regulación de la presión sanguínea, transmisión del impulso nervioso o muscular, etc.

El envenenamiento por la mordedura de cualquiera de las 14 especies de serpientes de importancia médica de Argentina se considera una urgencia y requieren de atención rápida y de la aplicación del antiveneno específico, que debe ser realizada por profesionales de la salud entrenados a tal efecto.

En todo el mundo, la producción de sueros antiofídicos se lleva a cabo mediante la inmunización de equinos con venenos, a los que posteriormente se les extrae sangre para purificar los antisueros. En Argentina, un grupo de investigadores del INTA desarrolló una nueva técnica para producir sueros antivenenos a partir de la yema del huevo, reduciendo considerablemente los costos del proceso, y simplificando su planificación y producción, ya que es más fácil trabajar con gallinas ponedoras que con caballos.

“La tecnología IgY (Inmunoglobulina de Yema de Huevo) consiste en inmunizar a las gallinas ponedoras con algún antígeno para luego extraer los anticuerpos de la yema de los huevos que éstas producen”, explicó Mariano Fernández Miyakawa, técnico del Instituto de Patobiología del INTA. De esta manera, se reemplaza la producción a partir del suero de los mamíferos, cuya extracción requería la sangría del animal. En este caso, la tecnología IgY resulta menos invasiva, ya que las gallinas reciben un plan de inmunización y las inmunoglobulinas séricas son transferidas a los huevos, que sólo deben recolectarse. Este tratamiento está compuesto por cuatro inmunizaciones, suministradas en forma intramuscular en la zona pectoral o subcutánea en la parte trasera del cuello de cualquier gallina ponedora, y demora entre dos y tres meses en transmitirse a la yema de los huevos.

Entre otras ventajas, los investigadores destacan el bajo costo de producción respecto del mantenimiento de los equinos y la posibilidad de ampliar la producción con sólo incrementar el plantel de aves. Asimismo, con relación a los caballos que se crían a campo abierto, el confinamiento en jaulas mejora el control sanitario, factor que aporta a la calidad del antisuero.

“Para la extracción de los anticuerpos, la yema se diluye en agua destilada, se le agregan distintas concentraciones de sulfato de amonio y, tras algunas centrifugaciones, puede obtenerse un extracto de yema de huevo con hasta un 95% de anticuerpos”, explicó Pablo Chacana, desde el mismo organismo.

“Según nuestras estimaciones y en base a la bibliografía existente en el ámbito científico-tecnológico mundial, la cantidad de anticuerpos que pueden purificarse a partir de un huevo proveniente de una gallina debidamente inmunizada, sería suficiente para elaborar una dosis de veneno”, agregó, “Considerando que las líneas de postura tienen una productividad cercana a los 300 huevos por año y una vida productiva promedio de 2 años, cada gallina podría producir 600 dosis de antivenenos”.

Durante la etapa de procesamiento, es fundamental estimar la potencia del medicamento, y establecer en qué medida esa formulación del suero puede neutralizar la acción del veneno. En este proceso interviene la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud (ANLIS).

“Según algunas pruebas realizadas bajo los protocolos previstos por la OMS y a los que la Argentina adhiere, se determinó que la potencia de los antisueros generados con la tecnología Igy sería equivalente o mejor que la conseguida en los sueros tradicionales”, adelantó Fernández Miyakawa.

Respecto de la conservación, señaló que el suero puede guardarse en la heladera durante un año o someterlo a un proceso de liofilización –una alternativa de desecado en frío– y sucesivo envasado al vacío. “Esta opción permite conservarlo por mucho más tiempo y trasladarlo a los centros de atención más alejados sin alterar su calidad”, afirmó.

Con una inversión del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva que supera los $27 M, recientemente el INTA firmó un convenio de transferencia con la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica y la ANLIS para producir suero antiofídico a partir de la biotecnología y trabajar nuevas técnicas de purificación y control de calidad del medicamento.

El proyecto prevé la construcción de un bioterio con capacidad para alojar entre 700 y 1000 gallinas, que será ubicado en el Instituto de Patobiología del INTA –Castelar, Buenos Aires–. Esto permitirá obtener una producción anual de 300.000 dosis de antiveneno, frente a las entre 30.000 y 50.000 que se fabrican en la actualidad.

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