La soja en su laberinto
Entrever qué hacer con la oleaginosa en un mercado local completamente distorsionado es tarea titánica. Todas las opciones están abiertas. Los habituales parámetros de referencia en la toma de decisiones le han dejado lugar a los imprevisibles movimientos de un superministro.
Entrever qué hacer con la oleaginosa en un mercado local completamente distorsionado es tarea titánica. Todas las opciones están abiertas. Los habituales parámetros de referencia en la toma de decisiones le han dejado lugar a los imprevisibles movimientos de un superministro.
Para algunos economistas madura el dólar soja 4. Porque el gobierno necesita divisas y porque no se le cae ninguna idea sensata como para revertir el rumbo de colisión que lleva la economía en general y las reservas del Banco Central en particular.
Por la misma razón otros piensan en un cambio en los derechos de exportación. Parece poco creíble pero es un rumor que circula en ciertos ambientes. Los días pasan y la negociación con el Fondo Monetario Internacional no se destraba. El FMI reclama una devaluación del 30%, lo cual en principio sería inaceptable para este gobierno, que estaría ofreciendo un impuesto interno de esa misma magnitud (se supone a las importaciones) y la posibilidad de bajar retenciones para potenciar el ingreso de dólares.
Mientras tanto, entre las idas y vueltas con el prestamista internacional se ha acelerado el ritmo de devaluación del dólar oficial, sorpresivamente, y ahora es el más alto desde octubre de 2020. De mantenerse, estaríamos frente a una importante depreciación real del peso. Hay toda una discusión acerca de si esta movida perdurará en el tiempo o si se trata de algo circunstancial.
Quienes creen que debería sostenerse aluden a la situación de las reservas del Central; ante el riesgo de aumentar aún más el rojo de la autoridad monetaria y hacer sensiblemente más dolorosa la salida del cepo cuando esta deba encararse, Pesce y los suyos se habrían apiadado de sus sucesores después de diciembre. O bien están tratando de venderle al FMI, probablemente sin éxito, que aceptan el pedido de mayor devaluación, aunque en cuotas.
Una consultora considera que la velocidad de depreciación no iría más allá de la tasa a la que están financiándose los productores. Superarla llevaría a enfriar la liquidación de los stocks de soja que están guardados a la espera de definiciones, totalmente opuesto al deseo del gobierno.
Las menciones a un nuevo dólar soja irritan a más de un gerenciador agrícola, sencillamente porque contribuyen a distorsionar todavía más un mercado como el de la oleaginosa en la Argentina. Tienen razón, pero el punto es que no por evitar hablar de él se pone fin a su presencia fantasmal, no por dejar de mencionarlo se evapora la sensación de que en cualquier momento puede estar entre nosotros.
Y se insiste en este programa pensado para el rescate del Central porque aparentemente se ha descartado la idea de hacerlo sobre maíz. Una Administración con un nivel de inflación explotado teme complicar aún más las cosas, no tanto por el bienestar de la población sino más que nada por la campaña del ministro candidato.
Se discute cuánta soja queda por comercializar. Para algunos hay unos 12 millones de toneladas de soja sin precio, otros creen que son poco más de 10 millones. Sea cual fuere el número uno tiende a pensar que se venderían si se ofrece una paridad sensiblemente superior a la aplicada en mayo.
Sin embargo, ciertos analistas estiman que se ha normalizado el ritmo de ventas de la oleaginosa y habría que ir muy arriba con el dólar propuesto para tentar a los productores. Otros aseguran que los exportadores no moverían un dedo porque ya han aportado más de lo que correspondería en función de la mercadería que tienen comprada.
Como fuere, es muy difícil acertar una posible reformulación de la medida y cuándo sucederá. La soja en el disponible sigue clavada en los mismos valores de siempre, mientras que en el Término se llena de bajas a la par que Chicago sube, salvo la toma de ganancias operada durante el jueves. Parece que los compradores tienen las mismas dudas que los vendedores respecto de los próximos movimientos de Massa.
A ciencia cierta quizás ni siquiera sirva un nuevo dólar soja para enmendar la escasez de divisas. Hay que recordar que fue un verdadero disgusto para el gobierno en su última edición, no por su culpa. Las dos primeras versiones levantaron los reservas, al menos por un rato, objetivo que no consiguió el tercer envío del pomposamente denominado Programa de Incremento Exportador, sencillamente porque al Central ya no hay monto que le alcance a la hora de contener los dólares alternativos.
Lo cierto es que la liquidación de cereales y oleaginosos de julio pinta para no llegar siquiera a los USD 1000 millones, cuatro veces menos que hace dos años, y no toda la culpa es de la sequia. "Soja no se vende nada, cero. Vale más o menos lo mismo desde hace largo rato", arriesga un reconocido productor de la provincia de Buenos Aires. Y la realidad no debe estar muy lejos de esta afirmación. Desde la Sociedad Rural sus economistas estiman que en la última campaña el campo perdió unos USD 26 mil millones en capital de trabajo a manos de la seca. No está para andar rifando la poca soja disponible.
Dante Romano ensaya una explicación acerca de esta comedia de enredos. Para el analista la soja no puede bajar mucho por la reticencia a vender, ni subir demasiado, porque está muy cara para los compradores que trabajan a contramargen. El techo lo pone la posibilidad de traer soja de Brasil, que se está abaratando nuevamente. La poca oferta, el mercado con compradores necesitados de cubrir posiciones, y las tasas altas de vender pesificado en el diferido son parte del marco imperante.
La cuestión es saber dónde invertir los pesos. Romano advierte que si hay excedentes, vender diferido es buena opción. Pero recomienda tener mucho cuidado con quedarse la soja hasta el año que viene y pagar los platos rotos del inverso.
Lo concreto es que se percibe un parate comercial muy importante, nadie sabe qué es lo que viene. Históricamente el grano ha sido moneda de cambio para el campo, pero la tarea de demolición llevada adelante por el Estado en los últimos tres años hace que se dude de todo, incluso de la conveniencia de aguantarlo.
Al manoseo del valor local de la soja hay que sumar una paridad cambiaria de evolución impredecible. Desde luego, el gobierno apunta a no mover bruscamente el dólar en su obcecación por mantener un precio oficial ficticio, pero depende absolutamente de lo que ocurra con las PASO. Un mal resultado puede poner contra las cuerdas esta pretensión.
Menuda tarea la del gerenciador de campo, trabajando a ciegas en un aspecto tan delicado como decidir la venta de lo que la explotación ha producido en una campaña como esta última y dentro del contexto que construye la actual Administración. Debería ser exactamente al revés. Como sucede en toda la región solo se necesita dejar que la actividad se desarrolle libremente. El país todo lo agradecería.
Para peor, diciembre ya no encierra las mismas ilusiones que antes del cierre de listas. El candidato oficial ha dado señales concretas de que su postura en caso de llegar a la primera magistratura no estará reñida con el intervencionismo, en medio de una oposición pro-mercado dividida. El mediano plazo es ahora más vidrioso, por desgracia.